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Hablar sobre el trabajo de Darren conlleva un viaje através una espiral de simbologías y delirios esquizofrénicos, egomaníacos y suicidas. La presencia de Kafka se percibe en cada desliz de un diálogo o en el giro más inesperado de la trama. Es irremediable que no surja la silueta literaria de Kafka en mi mente cada vez qué pienso en ésta triología, en especial el relato de Un artista del ayuno.
Para Kafka - y esto no es para nada un secreto- el trabajo no solo significaba un requisito más que debe llenar una persona para poder pertenecer a una sociedad y subsistir en ella. Es más bien una figura que nos remite a nuestro yo y al lugar que ocupamos en la realidad que conocemos. El sentido de identificación es otorgado por la labor que desempeñamos, es decir, somos lo que hacemos, trabajamos para aferrarnos a una razón de funcionalidad y vitalidad que nos permite sentirnos útiles y sobrevivir en un medio capitalista y frívolo. En cierto modo hace que nos percibamos especiales en medio de un universo que ni siquiera nosotros entendemos en su totalidad.
El artista que ayuna, aquel que se autodestruye lentamente en un cúmulo de sensaciones dolorosas y delirios raquíticos se alimenta únicamente de la admiración de su público. Es pues la interpretración de un individuo que ama lo qué hace puesto qué sin ello no tendría más razón para seguir viviendo.
Darren nos habla mucho de ello con una prosa inquietante y polivalente en una trilogía qué en verdad no pretende serlo y sin embargo lo pretende por la imposiblidad de separarlas como filmes individualistas.

Los eufemismos parecen ser necesarios en cada uno de sus filmes para poder aterrizar suave en un terreno escabroso e infranqueable que se nos presentan cada uno de los finales cuasitrágicos y polivalentes de ésta triología.
Tenemos al matemático obsesionado en descifrar todas las incógnitas del universo con un teorema de suma complejidad, casi de naturaleza divina e inasaquible por la mente humana - Pi: Faith in the chaos-, al ex-luchador anciano que aún lastimado por una vida dedicada al sufrimiento, la violencia y a los excesos que la fama conlleva la añora con todo su ser y haría todo lo posible por ser ovacionado en un ring por un público deseoso de sangre y peleas fingidas- The wrestler -, a la bailarina cuya prioridad es la perfección absoluta de su arte y que a su vez se atormenta por una metamorfosis onírica pero de una realidad inquietante qué le ha otorgado esa entrega vehemente a su obra.

Tres filmes infravalorados y visualmente muy diferentes entre sí que no tienen cabida en un espacio comercial y falto de sustancia gris. Recomendados para los amantes de Sartre, Kafka y toda la verborragia existencial que puedan mencionar.
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